martes, 28 de abril de 2015

MARA*** DE MADRID 2015

Allá por junio de 2006, yo era un chavalín imberbe de 18 años que estaba estudiando en Zaragoza para ser Licenciado en Química. Recuerdo con especial cariño el día que hice el examen de una asignatura llamada "Reacciones y Equilibrios Químicos" de primer curso. Por razones que ahora no vienen a cuento, llegué al examen sin tener ni siquiera una ligera idea de qué iba ese libro amarillo lleno de números... pero aun así me presenté por si acaso sonaba la flauta. Como es lógico, aquella flauta no hizo ni mención de emitir sonido alguno. 



Cuando la gente me preguntaba qué tal había ido el examen yo les decía que si todo lo que había respondido estaba correcto... la nota máxima a la que aspiraba era un 0,6. Y efectivamente, mi nota fue un 0,6 bien bonito. Sensaciones encontradas: avergonzado de tener la misma calificación que un candidato a Gran Hermano pero orgulloso de haber sacado la máxima nota a la que optaba. Pues el domingo en Madrid pasó algo parecido...

Me planté en la línea de salida del Rock&Roll Madrid Maratón con una preparación física que no te recomendaría ni tu peor enemigo. Dos meses trabajando en Barcelona, dos meses en los que no habré corrido ni 60 kilómetros sumándolos juntos. Dos meses en los que la "política de comidas y descansos reglamentarios" ha brillado por su ausencia. Dos meses en los que no he corrido más de 10 kilómetros del tirón. Dos meses en los que cada vez que recordaba que estaba apuntado a un maratón pensaba que debía de haber algún error burocrático.

Si a eso le sumas que llegué a Madrid la tarde de antes porque por el sábado por la mañana tocaba currar, comiendo únicamente un bacon-queso en el vagón cafetería del AVE (eso sí, al lado de Cayo Lara) y que después de coger el dorsal nos fuimos a echar un vino de Jerez con mi amigo Alejandro... ¡poco más se puede hacer!



Aun así, empecé el maratón junto a mis paisanos de Barbastro pero siendo consciente de que había gasolina para pocos kilómetros. Si conseguía estirar el combustible hasta el K42 o habría ocurrido un milagro de los gordos o iba a estar después 2 semanas sin menearme de la cama.

Por el K13 ya me pesaban las piernas, el culo y hasta el dorsal; conque muy sensatamente decidí que como mínimo pasaba la media maratón y después desmontaba el chiringuito. El momento de la "bomba de humo" llegó en el K26 al lado de la estación Príncipe Pío y antes de entrar a la Casa de Campo, cuando utilicé los 6€ que llevaba en el "bolsillo de los por-si-acasos" para volver a casa y librarme del aguacero. Me supo muy malo, pero tal y como estaba no había ni piernas ni cabeza para más. 

Este tipo de experiencias te hace valorar muchísimo el esfuerzo que hay detrás de las personas que llega a una meta de estas, que muy frecuentemente se nos olvida. Y ya no digo nada de historias como la de Chéliz, que durante 35 años consecutivos de su vida ha estado puntualmente preparado para terminar un maratón. 


Muy contento de que los compis de Barbastro con los que empecé la carrera llegaran a la meta del Parque del Retiro porque para darle más cachondeo a la historia: todos ellos debutaban en la distancia. Yo cuatro maratones, ellos ninguna... y ya habéis visto quién se quedó en la cuneta. ¡Enhorabuena a Beko, Eva, Juan Carlos y Manoli!

Por mi parte, al igual que ese examen de junio lo aprobé en la convocatoria de septiembre tras pasar un divertido verano en la biblioteca de la UNED, sé que algún día esta Mara*** que se me ha quedado a medio escribir será un MARATÓN DE MADRID con todas sus letras. No hace falta tatuárselo en el brazo como el gilipichis de Josef Ajram, pero me lo dejo anotado para el futuro. 


¡Saludos, litros y kilómetros desde Barcelona!

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